Campesinos de Caldas, "Custodios de semillas para la conservación"
(Artículo de Opinión y Recopilación)
Una Breve Historia para poner en contexto
El almuerzo es excelente. Los invitados estamos sentados en una mesa rústica a la sombra de un árbol de naranjas, con abundante comida tradicional de la región cafetera colombiana: Fríjoles con arroz, chicharrón asado, plátano frito, yuca cocinada y ensalada de tomates con cebolla y cilantro, como bebida un exquisito jugo de mora endulzado con miel de abejas. Tal vez no haya nada inusual en todo esto, pero todas estas delicias provienen de la pequeña granja de Juana y Andrés. Y lo que es aún más notable, la comida es espléndida, deliciosa y muy variada. A pesar que la comida colombiana tiene fama de ser muy condimentada, ésta no lo es, pues al contrario los anfitriones consideran que los ingredientes básicos se manejen con su propio sabor y al ser absolutamente orgánicos, dicho sabor no se altera con residuos de agroquímicos, pues desde que heredaron el predio, se han involucrado con la producción limpia.
La señora de la casa, Juana María, es la nieta de una familia antioqueña de origen español que en el año 1890 compró la tierra perteneciente a la granja, a la cual llamaron orgullosamente “Villa Gloria” en honor a su señora abuela, y se encuentra cerca de la ciudad de Manizales en la zona cafetera colombiana. Probablemente Juana, aprendió estas artes culinarias de su madre y abuela. El señor de la casa, Andrés con 70 años, es de origen Aguadeño y no quiere entrar en detalles de su historia familiar, nos saluda amablemente y nos muestra su gran huerto. Sabe mucho sobre todo lo que se encuentra allí, pero en realidad es su esposa, quien es responsable de la mayoría de lo que crece en sus predios porque infortunadamente, no se siente muy bien de salud, pero de manera valiente, se levanta de la cama para unirse a nosotros y tomar el control del recorrido histórico de sus predios. Ambos pertenecen a un grupo de 13 familias en esta vereda, que se han comprometido a preservar nuestra herencia común en forma de biodiversidad en las plantas agrícolas, medicinales y de jardín colombianas.
Todas estas especies vegetales y animales están fácilmente disponibles, creciendo en el jardín o en los campos que ella y su esposo Andrés se esmeran a cuidar día a día y a lo que maravillosamente ellos llaman “Biodiversidad”. Palabra que significa vida y describe, para ser más preciso, la multitud de la naturaleza. El hecho es que la granja está sujeta a su propio ritmo, no hay espacio para muchos animales pero los pocos que producen, son criados en libertad, con excelente estado de salud y alimentados con los residuos orgánicos de la cocina y los cultivos. Los suelos no están desnudos, y más bien están cubiertos con una gran variedad de plantas cultivadas (Café, Maíz, Plátano, Yuca, Banano, Frutales y Forestales) y acompañantes (A las que se refieren como “Buenezas”, no “Malezas”).
Durante muchos años, es poco probable que la variedad de cultivos fuera la misma en la misma familia, ya que las plantas no eran resistentes a enfermedades, plagas, sequías y aguaceros, altas y bajas temperaturas y condiciones climáticas extremas. Con el transcurrir del tiempo, dichas plantas, cuyas semillas han resguardado celosamente por ser herencia familiar, se han adaptado a las condiciones de la finca, para sobrevivir durante décadas o cientos de años. Muchos de los ingredientes de las medicinas que utilizan, las extraen de las plantas cultivadas o silvestres. Y tal como dice Andrés: “Nunca sabremos lo que podemos necesitar de las plantas mañana, por lo que es extremadamente útil que alguien las cuide en nombre de la humanidad. Todo se cultiva con un propósito. Si es comida, seguramente será más grande su cuidado, de lo que es ahora. La variedad es el condimento de la vida”
Así pues, hoy en día, en sus tierras, tienen una gran pluralidad de plantaciones, que coexisten e interactúan entre ellas y también con otras especies de animales como polinizadores y dispersores silvestres de frutos y semillas, plantas de sombrío, y alguno que otro insecto consumidor de los diferentes órganos de las plantas. Hacen un excelente uso y racionamiento del agua, protegen la fauna benéfica y de control natural y los excedentes de producción son intercambiados o “truequeados” con los vecinos y familiares, evitando así la dependencia de productos externos como pesticidas y fertilizantes de síntesis, al sistema productivo de la granja. Todo lo anterior podríamos resumirlo en una palabra: Agroecología.
Ahora sí el tecnicismo
El uso del término agroecología data de la década de los años 70’s, pero su ciencia y práctica son tan antiguas como la agricultura misma (Hecht, 1999). La agroecología actualmente, se postula como una de las agriculturas alternativas a la agricultura convencional o de revolución verde pues se basa en principios ecológicos y en el conocimiento tradicional de los campesinos para la producción agrícola de alimentos, semillas y demás elementos fundamentales para el desarrollo de la sociedad. Autores como Toledo (1990), manifiestan cómo la agroecología nace también como una respuesta por parte de las comunidades rurales a la actual crisis de la modernidad. Asimismo, Mejía (1998) sugiere que la agroecología es un enfoque que disminuye los impactos ambientales negativos propios de la actividad agrícola convencional.
Para el desarrollo de este artículo se utilizará el concepto de agroecología postulado por Altieri (1999), quien la define como “Una forma de vida y una agricultura con un enfoque más ligado al ambiente y más sensible socialmente, que reivindica el conocimiento de los agricultores locales sobre el ambiente, las plantas, los suelos y los procesos ecológicos”; así pues, campesinos, comunidades indígenas y afrodescendientes que ejecutan prácticas consideradas agroecológicas, mantienen modelos sustentables de agricultura con un importante significado en el sentido que contribuyen a la reducción del consumo de combustibles fósiles y agroquímicos de síntesis, generan procesos de restauración/ resiliencia de ecosistemas y brinda a las personas que lo practican, la oportunidad de aprovisionarse de alimentos suficientes, nutritivos e inocuos (De Schutter, Olivier. 2010).
Entre las prácticas propias de la agroecología se encuentra el uso de semillas nativas y criollas, que han sido intercambiadas y pasadas de generación en generación de agricultores desde épocas prehispánicas y después de la conquista, con la introducción de otras especies vegetales alimenticias provenientes de Europa, Asia, África y Oceanía, quienes las han conservado junto con los conocimientos relacionados con éstas, práctica que se promueve desde la agroecología, en aras de reducir la pérdida de las especies agrícolas, ocasionada por diferentes factores como la implementación de sistemas agrícolas convencionales basados en unas pocas especies de alto rendimiento, y a su vez, las políticas agrarias nacionales promotoras de los mismos, el conflicto armado, la desaparición de comunidades indígenas y afrodescendientes, entre otros (SWISSAID, 2004).
En el departamento de Caldas, así como en otros departamentos de Colombia, se encuentran personas, en su mayoría campesinas, denominadas “Custodios de Semillas” que, desde la perspectiva del modelo organizacional de las agremiaciones comunitarias, se dedican a rescatar, conocer, conservar, propagar y compartir semillas nativas y criollas a través de prácticas agroecológicas (García, 2009); otros cumplen el rol como una forma de vida que tradicionalmente han llevado para subsistir, incluso como una forma de contribuir a la problemática de la pérdida de agrobiodiversidad y finalmente, aquellos que lo hacen desde las instituciones haciendo parte de procesos de gestión ambiental, pero todos son reconocidos entre sí como “Custodios de Semillas”.
Una definición textual de custodio de semillas y bastante apropiada para el desarrollo de este artículo sería: “Una persona curadora es la guardiana de las semillas ya que protege plantas que le han sido encargadas por personas que le han traspasado ese conocimiento, sobre todo, en los que se refiere a medicina y alimentación, y comparte estos conocimientos como las plantas y semillas con otros, para asegurar la continuidad de éstas en la tierra, entregando responsablemente a personas que si la van a conservar y mantener para que perduren en el tiempo” (Extracto de: Principios de una Curadora; CETSUR, 2005).
En Colombia organizaciones como el Grupo Semillas de Caldas, Guardianes de Pijao, Frutos de Utopía, las Escuelas Campesinas de Agroecología (ECA’s), además de instituciones como la Universidad de Caldas, la Universidad Nacional de Colombia (Sede Manizales), el Instituto de Investigaciones Ambientales de la Universidad Tecnológica de Pereira y los Jardines Botánicos de la Universidad de Caldas y la Universidad Tecnológica de Pereira, manejan también el concepto como un valioso rol que han asumido algunos agricultores y comunidades campesinas en la conservación de la agrobiodiversidad y el conocimiento tradicional asociado a ésta.
La definición del concepto varía de una organización a otra, pero todos tienen elementos en común coherentes con la conservación, conocimiento y manejo de la agrobiodiversidad. La información referida a este rol específicamente, es escasa, teniendo en cuenta que es un papel propio de organizaciones campesinas, Organizaciones No Gubernamentales (ONG’s) y agencias de cooperación internacional (p.e. FAO, CIAT, CIMyT, CTG, BID, entre otras), que trabajan con éstas; debido a lo anterior y con base en las ideas y conceptos explicados precedentemente, y de manera pertinente para con éstos, en este artículo, se resaltará el concepto de “Custodio de Semillas”, referido a aquellas personas que se autodenominan así, asumen el papel de conservar y manejar semillas nativas y criollas, mantienen un “conuco” o “guardado” de semillas, aplican principios de agroecología en sus ecosistemas agrícolas y, participan de intercambios o “trueques” de semillas y conocimiento tradicional asociado a ellas y entre sí; se hace necesario manejar tal concepto debido a que muchas personas, en su diario vivir, pueden realizar el trabajo de los Custodios de Semillas como una forma de vida y sin tenerlo presente.
En la actualidad casi mil millones de personas sufren de hambre en todo el mundo (FAO, 2006), una cifra significativa si se tiene en cuenta que la población mundial es de siete mil millones de personas. Desde las Naciones Unidas se concertó en el año 2000, seguir unos objetivos comunes a todos los gobiernos involucrados, denominados “Objetivos de Desarrollo del Milenio”, que desde el objetivo número uno propone: Erradicar el hambre y la pobreza extrema, en donde una de sus metas es reducir a la mitad la proporción de personas que sufren de hambre para el año 2015 (en aquel entonces 850 millones de personas).
Transcurre el año 2023, y cumplir cabalmente con la meta será muy difícil teniendo en cuenta la emergencia de problemáticas como la crisis económica mundial, la situación financiera, energética, alimentaria y climática. La problemática del hambre es impactada en gran medida por grandes problemas como la pérdida genética de la biodiversidad agrícola y la expansiva tendencia a los monocultivos, lo cual afecta directamente la alimentación y los sistemas alimentarios en general; algunos autores afirman que la sociedad mundial depende de 15 especies vegetales y unas pocas especies animales para alimentarse (González, 2002). Esta pérdida de agrobiodiversidad es a su vez impactada por factores como el conflicto armado, la implementación de planes, programas y proyectos de producción agrícola basados en unas pocas especies de alto rendimiento, la pérdida de lenguas autóctonas y culturas indígenas, saberes populares, entre otros (SWISSAID, 2004; Toledo y Bassols, 2008).
Los campesinos de todo el mundo que mantienen modelos de agricultura basados en el aprovechamiento sustentable y sostenible de los recursos naturales locales, conservan una parte muy importante de la biodiversidad que sustenta los sistemas de producción agrícola para la alimentación humana, pues desde su cotidianidad trabajan en el conocimiento, manejo, reproducción, propagación e intercambio de especies tanto animales como vegetales usadas para este propósito.
En Caldas, estas personas mantienen un conocimiento tradicional asociado a la conservación de la agrobiodiversidad de acuerdo a su idiosincrasia y apreciación del entorno natural, que directa e indirectamente influye en la alimentación tanto de las poblaciones rurales como las poblaciones urbanas. Algunos de los “Custodios de Semillas” que han trabajado de esta manera, practican y promueven la agroecología, definida por Susana Hecht (1999) como “Un enfoque de la agricultura más ligado al ambiente y más sensible socialmente, centrada no solo en la producción sino también en la sostenibilidad ecológica del sistema productivo”; lo cual es precisamente lo que demanda la actual crisis mundial ambiental, un modelo de desarrollo que, apoyado en las llamadas “Ciencias Ambientales”, aproveche el potencial endógeno de cada territorio para afrontarla y replicarla con éxito en las generaciones de agricultores venideras.
Es tal la pertinencia que muestra la agroecología con el contexto ambiental global, que en el último informe del relator especial de Naciones Unidas sobre el derecho a la alimentación (De Schutter, 2010), se propone tener en cuenta esta agricultura alternativa como foco de atención de los gobiernos a la hora de invertir en los sistemas de producción agrícola de cada país, tanto por sus prácticas ambientalmente amigables, como por su contribución a la mitigación y adaptación al cambio climático.
En Caldas, se ha propuesto el Plan de Gestión Ambiental Regional PGAR Caldas (2019-2023) “Unidos es Posible” como el elemento articulador de la gestión ambiental en el departamento; el cual maneja ciertas líneas estratégicas dentro de las cuales, no se evidencia el trabajo de planificación de asuntos de importancia territorial como la alimentación, la producción agrícola limpia ni la conservación de la agrobiodiversidad, temas de interés tanto local, como nacional y global; por lo cual es pertinente aportar a la construcción de una propuesta que busque trabajar integralmente estos temas.
Para finalizar, considero que este artículo es una crítica para analizar y proponer acciones estratégicas en el PGAR, que permitan hacer un acercamiento teórico conceptual a la labor de las personas que se autodenominan y son conocidas en el departamento de Caldas como “Custodios de Semillas”, reflexionar sobre su labor para resaltar sus aportes a la alimentación y a la conservación de la agrobiodiversidad en el departamento, priorizar el conocimiento de las especies de importancia agrícola conservadas por estas personas, y aportar para la construcción de una propuesta de soberanía y seguridad alimentarias, que permita articular los esfuerzos realizados por las diversas instituciones, organizaciones y comunidades propias.
Referencias
Altieri, M. 1999. Agroecología Bases científicas para una agricultura sustentable. Sustainable Agriculture Networking and Extension (SANE), un programa auspiciado por UNDP, New York. Montevideo Uruguay.
CETSUR, Centro de Educación y Tecnología para el desarrollo del Sur. 2005. Las curadoras de semillas, Contribución del conocimiento tradicional al manejo descentralizado de la biodiversidad. Publicación semestral CETSUR, número 05. Santiago, Chile.
De Schutter, O. 2010. Naciones Unidas, Asamblea General. Informe del Relator Especial sobre el derecho a la alimentación, Sr. Olivier De Schutter. Consejo de Derechos Humanos 16º período de sesiones, tema 3 de la agenda Promoción y protección de todos los derechos humanos, civiles, políticos, económicos, sociales y culturales, incluido el derecho al desarrollo.
FAO, Food and Agriculture Organization. 2006. Seguridad Alimentaria: Informe de
Políticas número dos. Roma, Italia.
García, A. M. 2009. Diálogos entre saberes, ciencias e ideologías en torno a lo ambiental. Diálogo de Saberes: Herramienta de Capital Social en las Escuelas Campesinas de Agroecología. Universidad Tecnológica de Pereira, Facultad de Ciencias Ambientales, Grupo Gestión de Cultura y Educación Ambiental. Pereira.
González, E. 2002. Proyecto estrategia regional de biodiversidad para los países del trópico andino. Convenio de cooperación técnica no reembolsable CAN-BID. Maracay, Venezuela.
Hecht, S. 1999. Evolución del pensamiento agroecológico. En Agroecología: Bases científicas para una agricultura sustentable.
Mejía, M. 1998. Agriculturas para la vida, Movimientos alternativos frente a la agricultura química. Cuarta edición. Colombia.
Toledo, V. M. 1990. “The Ecological Rationality of Pleasant Production”. En: Altieri,
M. A. & Hecht, S. (eds.). Agroecology of Small-farm Development (USA: CRV Press).
SWISSAID. 2004. Recuperando vida. Guía para la recuperación de soberanía alimentaria en zonas de conflicto. Bogotá, Colombia.
Toledo, V. M. y Bassols, N. 2008. La Memoria Biocultural. La importancia ecológica de las sabidurías populares. Junta de Andalucía, Consejería de Agricultura y Pesca. Editorial Icaria. Barcelona, España.